El deporte es cultura. Sabia definición de Alejo Carpentier publicada en la Guía Oficial de Béisbol, allá por el 1969. Por eso, es bien difícil en este 20 de octubre, Día de la Cultura cubana, imaginar a la Mayor de las Antillas sin Nicolás Guillén o Benny Moré, así como sin Kid Chocolate o Charolito espirituano.
Sería como echar atrás nuestra historia y nuestra identidad sin Ernesto Lecuona, René Portocarrero, Alicia Alonso, o carentes de José Raúl Capablanca, Ramón Fonst o del accionar desde el box de nuestro Jose Antonio Huelga. Es la tradición de una identidad donde arte y deporte se conjugan desde hace 42 años, y desde siempre aportan nombres imprescindibles a una nacionalidad.
Muchos hombres labraron con sus manos, una obra musical, que se hizo realidad precisamente un día como hoy, al entonarse por primera vez, nuestro Himno Nacional, notas que se han escuchado en todo el mundo de la mano de nuestros hombres y mujeres de la cultura y de deportistas de ayer, hoy y de siempre. Desde las maniguas redentoras nos llegaron los batazos de los precursores del deporte de las bolas y los strikes, los mambises, los que con sus tropas liberaron la ciudad de Bayamo al mando de Carlos Manuel de Céspedes, el insigne padre de la Patria, que levantó en armas a sus esclavos para iniciar la lucha que reivindicó la cubanía de nuestra Isla.
Por ello es tan difícil imaginar a Cuba sin Frank Fernández, Chucho Valdés, a Sancti Spíritus sin su “Pensamiento”, de Teofilito, sin los batazos del Héroe de Parma, Lourdes Gourriel o sin las descollantes actuaciones de Serguei Torres. Hoy la cultura tiene que caminar unida de la mano del deporte. Bellas y antológicas páginas prestigian ambos sectores. El propio Céspedes amó al ajedrez, cuyas reglas tradujo y publicó en el periódico "El Redactor", de Santiago de Cuba, como muestra de un vínculo con la actividad deportiva que después sostuvieron otros grandes de nuestra historia patria, el Che y Fidel.
Nuestro Apóstol José Martí, pluma en ristre, derrochó maestría al reseñar varios eventos, y fue un defensor del deporte y de la ejercitación sistemática de los seres humanos para mantener la salud. Nicolás Guillén, en su poema «Deportes», confesó «Desde niño, jugué al béisbol», «Pienso que lejos de esta reñida disputa entre un deporte, en un estadio, en un ring, en un diamante beisbolero, o en un court de tenis, hay muchísima belleza digna de ser expresada líricamente», afirmó el poeta nacional. ¿Será que el deporte también es poesía?, ¿Por qué no?.
Entonces se hace necesario retomar hoy el llamado de Guillén, al expresar: “hay que buscar que los deportistas se interesen –si es que no lo hacen- por los poetas, por la poesía, que es un espectáculo quizás menos movido, más íntimo, sin dudas, pero en el que suele haber momentos de punzante y desgarradora emoción”. Por eso también, el deporte es cultura.
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