sábado, 7 de abril de 2018

LA SEGUNDA MANO QUE LA VIDA LE DIO A LERYS AGUILERA.



Casi todas las personas viven la vida en una silenciosa desesperación, llegó a escribir hace ya más de 150 años el poeta Henry Thoreau en su ensayo Walden, un volumen que si lo extrapolamos al presente puede servirle a muchísimas personas para percatarse hasta qué punto puede ser vil la sociedad de consumo. Las palabras de Thoreau jamás se han diluido, solo que la desesperación de muchas personas puede llegar a ser tan agobiante, que por mucho que se expulse toda esa desesperanza o se calle, nada cambia el panorama.

Tragar en seco y tirar hacia adelante es lo que hizo el pelotero Lerys Aguilera desde que pasaron varios meses de su llegada a República Dominicana hace ya cuatro años. En junio ofreció una entrevista en la que su agobio florecía. Había pasado mucho tiempo y ante promesas que solo se quedaron flotando y evaporándose con rapidez, no tenía nada concretamente en sus manos. Del sueño que tuvo en Cuba de jugar profesional no existía ni un ápice de realidad.

Pero siguió ahí, en Dominicana, esperando que llegara pronto su primera oportunidad, como esperaba cada día y le pedía a Dios, como el creyente acérrimo que es. Los días pasaron y en octubre pasado se conoció que el slugger cubano firmaba su primer contrato en una liga rentada. Jugaría en el principal torneo de Nicaragua, con los Indios del Bóer. El chance que un sinfín de veces rogó que apareciera, desde su más crítico estado de frustración, le dio la mano por primera vez.