Durante la inauguración de la Primera Serie Nacional de Béisbol, el 14 de enero de 1962, sobresalía entre los jugadores que desfilaron en el Estadio Latinoamericano, un espigado moreno de 19 años de edad, cuya elevada estatura desafinaba con sus escasas 150 libras.
Por efecto de una rigurosa selección en la antigua provincia de Oriente, ese pelotero se convirtió en el único guantanamero presente en aquel acontecimiento deportivo, presidido por el Comandante en Jefe Fidel Castro, y que significó –como afirmó entonces el Líder de la Revolución- el triunfo de la pelota libre sobre la pelota esclava.
“Fue un instante inolvidable”, declara a Venceremos medio siglo después El Tele, como lo llaman en su natal Villa del Guaso sus conciudadanos, cercenándole familiarmente el nombre, el primer apellido y la mitad del segundo: en realidad quien se asome a su partida de nacimiento, podrá leer: Andrés Pilotaje Telemaco.
Quizás la huella más perdurable dejada sobre la faz del deporte cubano por Andrés Telemaco fue su singular manera de devolver la bola al inicialista, después de recibirla del shorstop, aquella que le permite afirmar varias décadas después “a mí nadie me podía romper un doble play”.
“Yo pivoteaba rápido, con la muñeca, a la altura de la cadera y sin utilizar el brazo como palanca: el que no se deslizaba corría el riesgo de recibir un pelotazo en la cabeza”, confiesa el fundador de nuestras series nacionales.
“Perdone la inmodestia, pero yo nunca he visto a nadie tirar así y mire que he visto jugar pelota”, subraya a este semanario, sin dejar en el tintero que “entonces se jugaba con más agresividad que ahora y no había tantas broncas”.
Aclara que no participó jamás en un altercado y se considera un caballero dentro del terreno y fuera de él, que siempre respetó a sus compañeros de equipos, a los rivales, a los managers e incluso hasta los árbitros, cuando decretaban una decisión, aunque fuera desacertada.
El “Tele” estuvo entre los primeros 10 bateadores de la V Serie y encabezó la casilla de dobles con 12. Tanto esta cifra, como su average (273), parecerían hoy irrisorios, de no aclararse que fueron alcanzados contra lanzadores de la talla de Alfredo Street, Aquino Abreu, Justino Gavilán y Lázaro Santana, entre otros.
Baste decir que el líder individual de bateo resultó el camagüeyano Miguel Cuevas, con 325, promedio alto, pero a considerable distancia del más de 400 que se estila en nuestros días.
El entrevistado recuerda que en aquel equipo Orientales figuraban su hermano Miguel (“mejor que yo, pero también más indisciplinado”), el catcher Ramón Echeverría, el antesalista Vicente Díaz y el torpedero Agustín Arias.
Habían transcurrido cuatro años de aquel desfile inaugural al que se hizo referencia en el párrafo de apertura de este trabajo y en el cual aparecieron en el terreno cuatro uniformes: los de Orientales, Occidentales, Azucareros y Habana.
Explica que en la quinta serie participaron dos conjuntos más, pero se mantuvo el sistema de clasificación, de todos contra todos. Solo permanecieron los del Este y los del Oeste.
Agustín y Telemaco que buena combinación: una de las grandes verdades contenidas en la guaracha de Cándido Fabré, en la que referencia al dúo formado por el Ídolo de La Sal, de Granma, y el camarero de la Villa del Guaso, una de las mejores parejas defensivas del béisbol revolucionario.
Los expertos la equiparan a la de Miguel Rojas y Rigoberto Rodríguez, Rodolfo Puentes y Rey Vicente Anglada, Germán Mesa y Juan Padilla, Giraldo González y Alfonso Urquiola.
Telemaco se lamenta de que a Felix Isasi se recuerde más como bateador que como segunda base, pero considera que sus manos eran de las más seguras del béisbol cubano.
El matancero y él coincidieron en el Mundial de Santo Domingo, República Dominicana, en 1969, “donde yo fui el segunda base regular” y ambos quedaron fuera cuando los Centroamericanos y del Caribe, en Puerto Rico, en 1966.
Le pregunto si era buen corredor y me dijo que “claro, si no soy rápido, no puedo ser primer bate, ni robar bases. Recuerda que en ese turno hay que entrar a circulación a toda costa, y ese no es privilegio de los lentos.
Declara finalmente el interviuvado que él nació para la pelota. Un tío suyo, llamado Che Telemaco, jugaba tercera base en las Estrellas de Máximo, uno de los equipos más fuertes de la pelota guantanamera antes de 1959.
¿Habrá trasmitido el amor por la pelota a sus descendientes? De sus siete hijos, cuatro son hembras (Esperanza, María Zuzel, Irene y María Victoria) y dos de los tres varones (Andrés y Euris), ya cruzaron la edad requerida para el deporte, y no se decidieron por él.
La esperanza de continuidad la cifra en el menor, Yaser Pilotaje Cajigal, quien momentáneamente abandonó el equipo juvenil provincial para cumplir el Servicio Militar General, y es estudiante de Cultura Física.
Al filo de los 70 años –los cumple en octubre próximo-, el destacado atleta del Alto Oriente Cubano se siente orgulloso de los saludos que le tributan en la calle sus coterráneos, del trato que le brindan las autoridades de la provincia, en primer término las del Partido y el Poder Popular, cuya asamblea en el municipio cabecera le entregó recientemente La Fama, Símbolo de la Ciudad. (Redacción Digital Venceremos) -
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