A esta Copa del Mundo todavía le falta un día, en el que se vivirá al partido más importante de todos. Sin embargo, a 24 horas del final de Sudáfrica 2010 se pueden sacar muchas conclusiones. Una de ellas, la más importante para nuestro continente, es el renacimiento del fútbol uruguayo, que tuvo a la Selección más heroica del torneo. La segunda impresión que deja esta penúltima jornada de competencia es que Diego Forlán es -a la espera de lo que harán Xavi, Iniesta, Villa, Robben y Sneijder- el mejor jugador del campeonato.
El delantero del Atlético Madrid llegó a su segundo Mundial como la gran figura de la Celeste, aunque no tenía ni una porción de la fama de otras estrellas en la previa de la cita ecuménica. A pesar de su éxito en Europa, donde ganó dos de los últimos botines de oro y es uno de los atacantes más peligrosos, Forlán no estaba entre los candidatos a ganar el Balón de oro. Pero su fútbol y su coraje lo llevaron hasta un lugar impensado pero muy merecido.
En Japón Corea 2002, el rubio que en ese tiempo se desempeñaba en Manchester United sólo disputó un partido y anotó un gol, frente a Senegal. A pesar de su juventud, fue uno de los mejores de aquella Selección de Púa que se despidió en primera fase y no tardó en convertirse en el símbolo más importante del fútbol charrúa. Triunfó en el viejo continente pero tenía una deuda con la Celeste. Vaya si la cumplió en Sudáfrica.
Forlán hizo todo lo que no hicieron futbolistas más marketineros pero muchísimo menos influyentes. Fue el alma del equipo y se puso la esperanza de todos los uruguayos sobre sus espaldas. Su extraordinaria actuación en la Copa comenzó en el segundo encuentro del torneo, ante Sudáfrica, cuando anotó dos goles y le dio a Uruguay el primer triunfo mundialista en veinte años.
Frente a México y Corea del Sur le cedió el protagonismo ofensivo a Luis Suárez, aunque siempre participó del armado de cada acción de ataque. Porque aunque su posición natural es la de centrodelantero, sus características le permiten también desempeñarse como armador, donde Oscar Tabárez lo utilizó durante casi todo el campeonato.
Desde sus pies comenzaron a crecer las ilusiones celestes a medida que pasaban las etapas. En cuartos de final convirtió el gol del empate contra Ghana y en la semi también equilibró el marcador, frente a Holanda. Pese a que Uruguay es un gran equipo antes que una suma de individualidades, Cachavacha brilló más que el resto de las estrellas que le dieron orgullo a todo un pueblo.
El accidente de la derrota en Ciudad del Cabo obligó a jugar el partido por el tercer puesto. Forlán culminó el choque ante Holanda con una dolencia y se dudó de su participación ante Alemania, pero su coraje volvió a aflorar y estuvo en el duelo por el tercer puesto mundialista. Allí, en Port Elizabeth, volvió a ser el hombre clave del Seleccionado más heroico de la Copa.
Por su influencia en el funcionamiento de un equipo que sorprendió al planeta, por su actuación en los partidos más importantes, por aparecer cuando más era necesaria su presencia y por ser el líder de Uruguay, Forlán merece el Balón de oro en la misma proporción que Xavi, Iniesta, Villa o Sneijder.
Nadie olvidará a este combinado charrúa, que jugó y luchó hasta el final en cada una de sus presentaciones. Estos gladiadores que le devolvieron la gloria perdida al primer país rey del mundo quedarán en el recuerdo de todos.
Esta Copa presumirá de haber presentado un nuevo campeón al mundo, pero también fue testigo del regreso de un gigante dormido. Uruguay está de vuelta y Forlán tiene mucho que ver en eso. Aplaudan a un equipo y a un jugador de oro.
Eres el mejor.
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