El talentoso interior izquierdo permanece en el recuerdo como uno de los grandes artífices de una de las mayores sorpresas del deporte en todos los tiempos: el Maracanazo.
Un gol suyo en el minuto 66 marcó el principio de la remontada que permitió a Uruguay conquistar su segundo cetro universal y dejar con las manos vacías al equipo brasileño, cuya hinchada celebraba por adelantado.
Poco después Alcides Ghiggia anotó el 2-1 que enmudeció al majestuoso Maracaná y consumó la mayor hazaña del balompié charrúa y la más triste derrota de la canarinha.
Un silencio estremecedor se apoderó del coloso carioca y según la leyenda, muchos espectadores dejaron algunas de sus pertenencias al abandonar la instalación sumidos en el llanto.
Además del tanto que hizo a su selección creer en el milagro en la final, Schiaffino aportó otras dos dianas, en la goleada 8-0 ante Bolivia, y constituyó piedra angular en el ataque.
Cuatro años más tarde cerró con otras dos anotaciones su expediente mundialista en Suiza, donde la escuadra suramericana cayó en semifinales 2-4 en el alargue ante la potente Hungría.
Su despedida en citas universales concluyó con el cuarto puesto en el torneo suizo, pero ya había escrito su legado imborrable en la edición precedente.
Empero, su figura alcanzó una nueva dimensión en el Milán AC italiano, que se hizo con sus servicios luego del certamen helvético y se benefició de su enorme calidad.
La obtención de la ciudadanía italiana por sus orígenes le llevó a representar a la nación europea.
Años después de su retiro tuvo la dicha de dirigir algún tiempo a los dos equipos de sus amores, el Peñarol y la selección charrúa.
Considerado por muchos expertos como el mejor futbolista uruguayo de la historia, Schiaffino falleció el 13 de noviembre de 2002 en su ciudad natal, Montevideo, a la edad de 77 años.(Tomado de Prensa Latina)
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